Sonhos que vêm do fundo do oceano
Há cachorros tigre querendo morder as calçadas. Eu sou a rua. Não, sou a avenida. Não, sou o semáforo que se estende sobre um pé desconhecido. Que não atravesses e que os cães levem tua carne.
Esta não é minha cidade. Essa tampouco é minha boca. Esta voz não é a que conheço e é um olhar-se no espelho e contar do um a dez do um a dez como os jogos bizarros dos meninos que começam a falar, mas ninguém os quer escutar, porque todos se esquecerão de como é não se preocupar com a pensão, como tocar o umbigo com sinceridade.
Beija-me e é um sonho seco. Nossas línguas são pedras no meio da rua. Os carros buzinam, há água na esquina. Quero saber aonde irá essa corrente. Ele também quer. Não sei por que sei o que ele quer. Do nada estou em sua cabeça mas sigo na minha. Não sou uma deusa. Não sou o inferno. Não sou o espaço. Sou a arraia de um oceano inexistente. As rochas se lançam sobre os corpos, tocarão as campainhas, invejarão as sombras que projetam as árvores tristes. Centenas de bocas sorriem pela chegada do apocalipse. Vejo-os fazendo massa nas esquinas, comendo pipoca enquanto esperam o filme do fim. Amamo-nos. Deveríamos agora cantar Cumbayá. Deveríamos nos beijar. Que ninguém pense que isso é pornô. Que ninguém diga nada. Que se calem. Maldito seja, o que querem. Deixem de querer-se. Deixem de cheirar milho com caramelo. Que venha o mar e os leve. A mim não me levará. Nos sonhos todos somos criadores. Nos sonhos ninguém teme o verbete EU, ninguém teme o ego, ninguém justifica sua existência por meio da palavra.
Outra vez o tigre. Veio afogar-se. Outra vez um tigre e milhares de cachorros tigre. Que meigo é morrer com seus dentinhos cravados em minha perna. Está me beijando. Há riscos em minhas costas. Tomo um mar para escutar o som das conchas. Ensino a respirar ao tigre. Sob a água. Está verde. E sorri. E sorri
Hay cachorros de tigre queriendo morder las aceras. Yo
soy la calle. No, soy una avenida. No, soy el semáforo extendiéndose sobre un
pie desconocido. Que no cruces y que los perros se lleven tu carne.
Esta no es mi ciudad. Ésa tampoco es mi boca. Esta voz no es la que conozco y es un mirarse al espejo y contar del uno al diez del uno al diez como los juegos descabellados de los niños que empiezan a hablar, pero nadie los quiere escuchar, porque todos olvidaron cómo es no preocuparse por la pensión, cómo tocarse el ombligo con sinceridad.
Me besa y es un sueño seco. Nuestras lenguas son piedras en medio de la calle. Los carros pitan, hay agua en la esquina. Quiero saber a dónde irá esa corriente. Él también quiere. No sé por qué sé lo que él quiere. De pronto estoy en su cabeza pero sigo en la mía. No soy una diosa. No soy el infierno. No soy el espacio. Soy la mantarraya de un océano inexistente. Las rocas se lanzarán hacia los cuerpos, tocarán los timbres, envidiarán las sombras que proyectan los árboles tristes. Cientos de bocas sonríen por la llegada del apocalipsis. Los veo hacerse masa en las esquinas, comiendo canguil mientras esperan la película del fin. Nos amamos. Deberíamos ahora cantar Cumbayá. Deberíamos besarnos. Que nadie piense que esto es porno. Que nadie diga nada. Que se callen. Maldita sea, qué les pasa. Dejen de quererse. Dejen de oler a maíz con caramelo. Que venga el mar y se los lleve. A mí no me llevará. En los sueños todos somos hacedores. En los sueños nadie teme al artículo YO, nadie teme al ego, nadie justifica su existencia a través de la palabra.
Otra vez el tigre. Ha venido a ahogarse. Otra vez un tigre y miles de cachorros de tigre. Qué tierno es morir con sus dientecillos clavándose en mi pierna. Me está besando. Hay rayas en mi espalda. Tomo un mar para escuchar el sonido de las conchas. Le enseño a respirar al tigre. Bajo el agua. Está verde. Y sonríe. Y sonríe.