A uma mulher
Não tens que chorar porque as
plantas crescem na sacada,
não tens que estar triste
se por uma vez mais a rubra
corrida das nuvens te reitera o imóvel,
esse permanecer em tanta fuga.
Porque a nuvem estará aí,
constante em sua inconstância
quando tu, quando eu
– mas por que dar nome ao pó e à
cinza.
Sim, equivocamo-nos acreditando
que a caminhada pelo dia
era o efêmero, a água que
resvala pelas folhas até cair na terra.
Apenas dura o efêmero, essa estúpida planta que ignora a tartaruga,
essa fraca tartaruga que vacila
na eternidade com olhos ocos,
e o som sem música, a palavra
sem canto, a cópula sem grito de agonia,
as torres do oceano, os cegos
montes.
Nós, amarrados a uma
consciência que é o tempo,
não nos arredamos do terror e
da delícia,
e seus verdugos delicadamente
nos arrancam as pálpebras
para deixar-nos ver sem trégua como crescem as plantas da sacada,
como correm as nuvens rumo ao
futuro.
Quem deseja dizer isto? Nada,
uma xícara de chá.
Não há dramas no murmúrio, e tu
és a silhueta de papel
que as tesouras vão salvando do
informe: oh vaidade de crer-se
que se nasce como se morre,
quando o único real é o oco que
fica no papel,
o golem que nos segue soluçando
em sonhos e em esquecimentos.
A una mujer
No hay que llorar porque las
plantas crecen en tu balcón,
no hay que estar triste
si una vez más la rubia carrera
de las nubes te reitera lo inmóvil,
ese permanecer en tanta fuga.
Porque la nube estará ahí,
constante en su inconstancia
cuando tú, cuando yo
– pero por qué nombrar el polvo
y la ceniza.
Sí, nos equivocábamos creyendo
que el paso por el día
era lo efímero, el agua que
resbala por las hojas hasta hundirse en la tierra.
Sólo dura la efímero, esa
estúpida planta que ignora la tortuga,
esa blanda tortuga que tantea
en la eternidad con ojos huecos,
y el sonido sin música, la
palabra sin canto, la cópula sin grito de agonía,
las torres del maíz, los ciegos
montes.
Nosotros, maniatados a una
conciencia que es el tiempo,
no nos movemos del terror y la
delicia,
y sus verdugos delicadamente
nos arrancan los párpados
para dejarnos ver sin tregua
cómo crecen las plantas del balcón,
cómo corren las nubes al
futuro.
¿Qué quiere decir esto? Nada,
una taza de té.
No hay drama en el murmullo, y
tú eres la silueta de papel
que las tijeras van salvando de
lo informe: oh vanidad de creer
que se nace o se muere,
cuando lo único real es el
hueco que queda en el papel,
el golem que nos sigue
sollozando en sueños y en olvido.