Do livro Elogio da sombra – 03 / 31
Cambridge
Nova
Inglaterra e a manhã.
Dobro a rua
Craigie.
Penso
(pensei-o antes)
que o nome
Craigie é escocês
e que a
palavra crag é de origem celta.
Penso
(pensei-o antes)
que neste
inverno estão os antigos invernos
dos que
deixaram escrito
que o caminho
está prefixado
e que já
somos do Amor e do Fogo.
A neve e a
manhã e os muros vermelhos
podem ser
formas da felicidade,
mas eu venho
de outras cidades
onde as cores
são pálidas
e nas quais
certa mulher, ao cair da tarde,
regará as
plantas do jardim.
Alço os olhos
e os perco no ubíquo azul.
Mais além
estão as árvores de Longfellow
e o
adormecido rio incessante.
Ninguém nas
ruas, mas não é domingo.
Não é
segunda-feira,
o dia que nos
dá a ilusão de começar.
Não é terça-feira,
o dia que
governa o planeta vermelho.
Não é
quarta-feira,
o dia daquele
deus dos labirintos
que no Norte
foi Odin.
Não é
quinta-feira,
o dia que já
se resigna ao domingo.
Não é
sexta-feira,
o dia regido
pela divindade que nas selvas
enreda os
corpos dos amantes.
Não é sábado.
Não está no
tempo consecutivo
senão nos
reinos espectrais da memória.
Como nos
sonhos,
atrás das
altas portas não há nada,
Anverso sem
reverso,
moeda de uma
só cara, as coisas.
Essas
misérias são os bens
que o precipitado
tempo nos deixa.
Somos nossa
memória,
somos esse
quimérico museu de formas inconstantes,
esse amontoado de espelhos rotos.
Cambridge
Nueva Inglaterra y la mañana.
Doblo por Craigie.
Pienso (yo lo he pensado)
que el nombre Craigie es escocés
y que la palabra crag es de origen celta.
Pienso (ya lo he pensado)
que en este invierno están los antiguos inviernos
de quienes dejaron escrito
que el camino está prefijado
y que ya somos del Amor o del Fuego.
La nieve y la mañana y los muros rojos
pueden ser formas de la dicha,
pero yo vengo de otros ciudades
donde los colores son pálidos
y en las que una mujer, al caer la tarde,
regará las plantas del patio.
Alzo los ojos y los pierdo en el ubicuo azul.
Más allá están los árboles de Longfellow
y el dormido río incesante.
Nadie en las calles, pero no es un domingo.
No es un lunes,
el día que nos depara la ilusión de empezar.
No es un martes,
el día que preside el planeta rojo.
No es un miércoles,
el día de aquel dios de los laberintos
que en el Norte fue Odín.
No es jueves,
el día que ya se resigna al domingo.
No es un viernes,
el día regido por la divinidad que en las selvas
entreteje los cuerpos de los amantes.
No es un sábado.
No está en el tiempo sucesivo
sino en los reinos espectrales de la memoria.
Como en los sueños
detrás de las altas puertas no hay nada,
ni siquiera el vacío.
Como en los sueños,
detrás del rostro que nos mira no hay nadie.
Anverso sin reverso,
moneda de una sola cara, las cosas.
Esas miserias son los bienes
que el precipitado tiempo nos deja.
Somos nuestra memoria,
somos ese quimérico museo de formas inconstantes,
ese montón de espejos rotos.