O Acobertador
Esse que sai de seu país porque
tem medo,
não sabe do quê,
medo do queijo com rato,
da corda entre os loucos
da espuma na sopa.
Então quer trocar-se como uma
figurinha,
o cabelo que antes domava
com gel e espelho solta-o em
topete,
abre a camisa, muda de
costumes,
de vinho, de idioma,
Percebe – infeliz – que vai se
dando bem,
e dorme a sono solto.
Até de estilo muda,
e tem amigos que não sabem de
sua história provinciana,
ridícula e caseira.
Aos poucos pergunta-se como
pode esperar
todo esse tempo para sair do
rio sem margens,
das golas rolê [1]
dos domingos, segundas, terças,
quartas e quintas-feiras.
Na primeira página, sim, mas cuidado:
um mesmo espelho é todos os
espelhos,
e o passaporte diz que nasceste
e que existes
e a cútis de cor branca, o
nariz de perfil reto,
Buenos Aires, setembro.
Antes de tudo que não se
esqueça,
pois é arte de poucos,
do que quis,
essa sopa de letrinhas que
infatigavelmente comerá
em numerosas mesas de variados
hotéis,
a mesma sopa, pobre sujeito,
até que o peixinho entre as
costelas
se anuncie e diga basta.
Antes, depois,
como os gracejos ao pranto
como a sombra à coluna
o perfume afigura o jasmim
o amante precede ao amor
como a carícia à mão
o amor sobrevive ao amante
mas inevitavelmente
ainda que não haja rastro nem
presságio.
ainda que não haja rastro nem
presságio
como a carícia à mão
o perfume afigura o jasmim
o amante precede ao amor
mas inevitavelmente
o amor sobrevive ao amante
como os gracejos ao pranto
como a sombra à coluna
como a carícia à mão
ainda que não haja rastro nem
presságio
o amante precede ao amor
o perfume afigura o jasmim
como os gracejos ao pranto
como a sombra à coluna
o amor sobrevive ao amante
porém inevitavelmente
El Encubridor
Ese que sale de su país porque
tiene miedo,
no sabe de que,
miedo del queso con ratón,
de la cuerda entre los locos,
de la espuma en la sopa.
Entonces quiere cambiarse como
una figurita,
el pelo que antes se alambraba
con gomina y espejo lo suelta
en jopo,
se abre la camisa, muda de
costumbres,
de vino, de idioma.
Se da cuenta, infeliz, que va
tirando mejor,
y duerme a pata ancha.
Hasta de estilo cambia,
y tiene amigos que no saben su
historia provinciana,
ridícula y casera.
A ratos se pregunta como pudo
esperar
todo ese tiempo
para salirse del río sin
orillas,
de los cuellos garrote,
de los domingos, lunes, martes,
miércoles y jueves.
A fojas uno, si, pero cuidado:
un mismo espejo es todos los
espejos,
y el pasaporte dice que naciste
y que eres
y cutis color blanco, nariz de
dorso recto,
Buenos Aires, septiembre.
Aparte que no olvida,
porque es arte de pocos,
lo que quiso,
esa sopa de estrellas y letras
que infatigable comerá
en numerosas mesas de variados
hoteles,
la misma sopa, pobre tipo,
hasta que el pescadito
intercostal
se plante y diga basta.
Antes, después
como los juegos al llanto
como la sombra a la columna
el perfume dibuja el jazmín
el amante precede al amor
como la caricia a la mano
el amor sobrevive al amante
pero inevitablemente
aunque no haya huella ni
presagio
aunque no haya huella ni
presagio
como la caricia a la mano
el perfume dibuja el jazmín
el amante precede el amor
pero inevitablemente
el amor sobrevive al amante
como los juegos al llanto
como la sombra a la columna
como la caricia a la mano
aunque no haya huella ni
presagio
el amante precede al amor
el perfume dibuja el jazmín
como los juegos al llanto
como la sombra a la columna
el amor sobrevive al amante
pero inevitablemente
[1] Em 'cuellos garrote', a
junção dos dois substantivos (o último, adjetivado) pressupõe 'pescoços tipo
garrote', que optei por traduzir por 'golas rolê'.