Quo vadis
Quo vadis
Sozinha, no
amplo páramo do mundo,
Sozinha com a
dor,
Em seu confim
com estupor profundo
Olho alçar-se
um celeste resplendor:
É Ele!
Aparição deslumbradora
Doce e branca
feição,
Que avança,
com a destra protetora
Em conduta de
paz e bendição.
Inclino ante
Ele a face dolorida
Trêmula de
ternura e de temor,
E exclamo com comovida
inflexão:
– Aonde vais,
Senhor?
– A Roma em
que teus mártires souberam
Em horríveis
suplícios perecer
É hoje o que
seus césares quiseram:
Empório de
elegância e de prazer.
Ali está
Pedro. O pescador que um dia
Profetizou a
pobreza e a humildade,
Coberto de faustosa
pedraria
Ostenta seu
poder e majestade.
Violento
imitador dos pagãos,
O Santo
Inquisidor
Em teu nome
pôs fogo em seus irmãos...
– Aonde vais,
Senhor?
Lá, nos teus
templos onde o culto impera
No fundo o que
existe? O lucro e a vaidade.
Quão poucos
são os que com fé verdadeira
Adoram-te em
espírito e verdade!
O mundo com
teu sangue redimido,
Séculos depois
de tua paixão,
Está mais
infeliz, mais pervertido,
Mais que no
tempo de Nero, pagão.
Defronte o
altar da Deidade impura,
Órfã de um
ideal, a juventude
Contrária ao
amor da alma se conjura
Proclamando o
prazer como virtude.
As antigas
barbáries que subsistem,
Só alteram
seus nomes com a idade;
A escravidão e
o tormento ainda persistem
E é mentira
grosseira a igualdade.
Sempre em luta
oprimidos e opressores!
De um lado,
quem riqueza e poder tem,
Do outro estão
a miséria e seus horrores;
E toda
iniquidade... Hoje como ontem.
Hoje como
ontem os povos da terra
Se armam
diante do assalto e a traição,
E alça
triunfante o monstro da guerra
A bandeira de
espanto e confusão.
Nos antros da
perversão e do engano
Cego, fatal, o
homem sente horror.
E perplexo,
duvida de si mesmo...
– Aonde vais,
Senhor?
Quo Vadis
Sola, en el ancho páramo del mundo,
Sola con mi dolor,
En su confín, con estupor profundo
Miro alzarse un celeste resplandor:
¡Es Él! Aparición deslumbradora
De blanca y dulce faz,
Que avanza, con la diestra protectora
En actitud de bendición y paz.
Inclino ante Él mi rostro dolorido
Temblando de ternura y de temor,
Y exclamo con acento conmovido:
– ¿A dónde vas, Señor?
– La Roma en que tus mártires supieron
En horribles suplicios perecer
Es hoy lo que los césares quisieron:
Emporio de elegancia y de placer.
Alli está Pedro. El pescador que un día
Predicó la pobreza y la humildad,
Cubierto de lujosa pedrería
Ostenta su poder y majestad.
Feroz imitador de los paganos,
El Santo Inquisidor
Ha quemado en tu nombre a sus hermanos...
¿A dónde vas, Señor?
Allá en tus templos donde el culto impera
¿Qué hay en el fondo? O lucro o vanidad.
¡Cuán pocos son los que con fe sincera
Te adoran en espíritu y verdad!
El mundo con tu sangre redimido,
Veinte siglos después de tu pasión,
Es hay más infeliz, más pervertido,
Más pagano que en el tiempo de Nerón.
Ante el altar de la Deidad impura,
Huérfana de ideal, la juventud
Contra el amor del alma se conjura
Proclamando el placer como virtud.
Las antiguas barbaries que subsisten,
Sólo cambian de nombre con la edad;
La esclavitud y aun el tormento existen
Y es mentira grosera la igualdad.
¡Siempre en la lucha oprimidos y opresores!
De un lado, la fortuna y el poder,
Del otro, la miseria y sus horrores;
Y todo iniquidad... Hoy como ayer.
Hoy como ayer, los pueblos de la tierra
Se arman para el asalto y la traición,
Y alza triunfante el monstruo de la guerra
Su bandera de espanto y confusión.
Ciega, fatal, la humanidad se abisma
En los antros del vicio y del error.
Y duda, horrorizada de sí misma...
– ¿A dónde vas, Señor?