quinta-feira, 2 de abril de 2020

Aurelio Arturo (Colombia: 1906 – 1974)


Rapsódia de Saulo


Trabalhar era bom lá no sul, cortar as árvores,
fazer canoas dos troncos.
Ir pelos rios lá no sul, dizer canções,
era bom. Trabalhar entre ricas madeiras.

(Um homem da riba, umas mãos hábeis,
um homem de ágeis remos pelo rio opulento,
falou-me das madeiras balsâmicas, de seus eflúvios...
Um homem velho lá no sul, contando histórias).

Trabalhar era bom. Sobre troncos
a vida, sobre a espuma, cantando os crescentes.
Trabalhar, um pretexto para não ir-se do rio,
para ser também o rio, o rumor da margem?

Juan Gálvez, José Narváez, Pioquinto Sierra,
como carvalhos entre carvalhos... Era agradável,
convosco cantar ou praguejar, nos bosques
abater as aves como se folhas do céu.

E Pablo Garcés, Julio Balcázar, os Ulloas,
tantos que ali se esforçavam por entre os dias.

Sem pensarmos trouxemos à baila os vales,
os rios, seu deslizante rumor abrindo noites,
um silêncio a que beliscam as verdes paisagens,
um silêncio atravessado por uma ave delgada como folha.

Mas os que não voltaram vivem mais intensamente,
os mortos vivem em nossas canções.

Trabalhar... Esse rio me banha o coração,
Lá no sul. Vi rebanhos de nuvens e mulheres mais ligeiras
que essa brisa que embala a sesta das árvores.
Pude ver, juro-lhes, era no belo sul.

Grata foi a aspereza. E as brancas aldeias,
usufruíam tão suaves brisas: povoados de rio,
em seus umbrais as mulheres sabiam sorrir e dar um beijo.
Grata foi a aspereza e esse hábito de honradez e de resinas.

Enche-me o coração de luz de um suave rosto cor-de-rosa

Aldeia, pombo de meu ombro, eu que assobiei pelos caminhos,
eu que cantei, um homem rude, buscarei por tuas samambaias;
acariciarei tua trança escura - um homem bronco -,
teus cães lamberão outra vez minhas mãos toscas.

Eu que cantei pelos caminhos, um homem da margem
um homem de ligeiras canoas pelos rios selvagens.


Rapsodia de Saulo


TRABAJAR era bueno en el sur, cortar los árboles,
hacer canoas de los troncos.
Ir por los ríos en el sur, decir canciones,
era bueno. Trabajar entre ricas maderas.

(Un hombre de la riba, unas manos hábiles,
un hombre de ágiles remos por el río opulento,
me habló de las maderas balsámicas, de sus efluvios...
Un hombre viejo en el sur, contando historias).

Trabajar era bueno. Sobre troncos
la vida, sobre la espuma, cantando las crecientes.
¿Trabajar un pretexto para no irse del río,
para ser también el río, el rumor de la orilla?

Juan Gálvez, José Narváez, Pioquinto Sierra,
como robles entre robles... Era grato,
con vosotros cantar o maldecir, en los bosques
abatir avecillas como hojas del cielo.

Y Pablo Garcés, Julio Balcázar, los Ulloas,
tantos que allí se esforzaban entre los días.

Trajimos sin pensarlo en el habla los valles,
los ríos, su resbalante rumor abriendo noches,
un silencio que picotean los verdes paisajes,
un silencio cruzado por un ave delgada como hoja.

Mas los que no volvieron viven más hondamente,
los muertos viven en nuestras canciones.

Trabajar... Ese río me baña el corazón.
En el sur. Vi rebaños de nubes y mujeres más leves
que esa brisa que mece la siesta de los árboles.
Pude ver, os lo juro, era en el bello sur.

Grata fue la rudeza. Y las blancas aldeas,
tenían tan suaves brisas: pueblecillos de río,
en sus umbrales las mujeres sabían sonreír y dar un beso.
Grata fue la rudeza y ese hábito de hombría y de resinas.

Me llena el corazón de luz de un suave rostro rosa

Aldea, paloma de mi hombro, yo que silbé por los caminos,
yo que canté, un hombre rudo, buscaré tus helechos;
acariciaré tu trenza oscura — un hombre bronco —,
tus perros lamerán otra vez mis manos toscas.

Yo que canté por los caminos, un hombre de la orilla
un hombre de ligeras canoas por los ríos salvajes.



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